sábado, 10 de enero de 2015


Los periodistas en Charlie Hebdo están correctamente ahora siendo celebrados como mártires en favor de la libertad de expresión, pero seamos sinceros: sí ellos hubieran tratado de publicar su periódico satírico en cualquier campus universitario  durante las últimas dos décadas no hubieran durado treinta segundos. Los estudiantes y grupos de profesores los habrían  acusado por discurso de odio. La administración habría tenido recortes financieros y los hubieran dado de baja.

La reacción pública a los ataques en París ha revelado que hay muchas personas quienes son veloces a encumbrar a esos quienes ofenden los puntos de vista de los terroristas islámicos en Francia pero quienes son mucho menos tolerantes hacia aquellos quienes ofenden sus propios puntos de vista en casa.

Basta con ver en todas las personas quienes han sobre-actuado al campo de las micro-agresiones. La Universidad de Illinois despidió a un profesor quien enseñaba el punto de vista de la Iglesia Católica Romana sobre homosexualidad. La Universidad de Kansas suspendió a un profesor por escribir un áspero tweet contra la NRA (asociación nacional del rifle). La Universidad de Vanderbilt dio de baja a un grupo de cristianos que insistió en que son conducidos por cristianos.

Los americanos pueden alabar a Charlie Hebdo por ser lo suficiente valientes para publicar caricaturas que ridiculizan al profeta Mahoma, pero, sí Ayaan Hirsi Ali es invitado al campus, frecuentemente hay llamadas para negarle un podio.

Entonces esto podría ser un momento de aprendizaje. Como nosotros nos mortificamos por la masacre de estos escritores y editores en París, es un buen momento para surgir con un menor enfoque hipócrita de nuestros propias figuras controvertidas, provocaciones y sátiras.

La primera cosa a decir, supongo, es que lo que sea que podrías haber puesto en tu página de Facebook ayer, es incorrecto para muchos de nosotros al exclamar, "Je Suis Charlie Hebdo", o "Yo soy Charlie Hebdo". Muchos de nosotros no ejercen realmente el tipo de humor deliberado ofensivo en que se especializa ese periódico.

Nosotros podríamos no haber empezado de esta manera. Cuando tienes 13, parece atrevido y provocativo la "Épater le bourgeois", pegar un dedo en el dedo de la autoridad, ridiculizar las creencias religiosas de otras personas.

Pero después de un tiempo eso parece infantil. Muchos de nosotros avanzamos hacia puntos de vista más complicados de la realidad y más indulgentes puntos de vista de otros. (Ridículo llega a ser menos gracioso tanto más llegas a ser consciente de tu propia frecuente ridiculez.) Muchos de nosotros tratamos de mostrar un módico respeto por las personas de diferentes credos y fes. Tratamos de abrir conversaciones con la escucha más que con insultos.

Sin embargo, al mismo tiempo, muchos de nosotros sabemos que las provocaciones y otras extravagantes figuras sirven comúnmente como roles públicos útiles. Los satíricos y ridicularizadores exponen nuestra debilidad y vanidad cuando estamos sintiendo orgullo. Ellos pinchan la propia bomba de la satisfacción. Nivelan la desigualdad social trayendo al poderoso abajo. Cuando son efectivos nos ayudan a abordar nuestras debilidades comunes, ya que la risa es una de las máximas experiencias vinculantes.

Por otra parte, los provocadores y ridiculizadores exponen la estupidez de los fundamentalistas. Los fundamentalistas son personas quienes toman todo literalmente. Ellos son incapaces de múltiples puntos de vista. Son incapaces de ver que mientras su religión puede ser digna de una profunda reverencia, es verdad también que muchas religiones son un tipo de un extraño tipo. Los satíricos exponen a aquellos quienes son incapaces de reír de sí mismos y enseñan al resto de nosotros lo que probablemente debemos.
En breve, en la reflexión de los provocadores e insultadores, queremos mantener normas de civilidad y respeto mientras al mismo tiempo dejamos un margen para aquello creativo y personas desafiantes quienes son desinhibidos de las buenas maneras y gustos.

Si tratan de quitar su delicado balance con la ley, códigos de expresión y prohibición de hablantes, terminaran con la cruda censura y una conversación muerta. Es casi siempre un error tratar de suprimir el discurso, levantar códigos de expresión y excluir a los hablantes.

Afortunadamente, los modales sociales son más maleables y flexibles que las leyes y los códigos. Más sociedades han mantenido exitosamente normas de civilidad y respeto mientras mantienen abiertos caminos para aquellos que son divertidos, descorteces y ofensivos.

En más sociedades, hay "mesas" para adultos y mesas para niños. Las personas quienes leen "Le Monde" o los órganos de los establecimientos están en la "mesa" de los adultos. Los bufones, los que se fingen tontos y las personas como "Anna Coulter" y ""Bill Maher" están en la "mesa" de los niños. No hay concedida completa respetabilidad, pero ellos se escuchan porque en su manera de misiles no dirigidos, algunas veces dicen cosas necesarias que ninguno más está diciendo.

Las sociedades saludables, en otras palabras, no suprimen el discurso, pero ellos conceden diferentes posiciones a los tipos de personas. Sabios y considerados eruditos son escuchados con gran respeto. Los satíricos son escuchados con semi-respeto perplejo. Los racistas y anti-semitas son escuchados a través de un filtro de oprobio y falta de respeto. Las personas quienes quieren ser escuchadas atentamente tienen que ganarlo a través de su conducta.
La masacre en Charlie Hebdo debe ser una ocasión para delimitar los códigos de expresión. Y debe recordarnos ser legalmente tolerantes hacia las voces ofensivas, incluso cuando somos una sociedad discriminante.


David Brooks
Traducción: www.elbloggerdeCarlos.com






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