miércoles, 19 de junio de 2013



quítales a su dios y de sus  restos harán otro, incluso se matarán por elegir el nombre

Parece que el hombre está obsesionado con la divinidad, siempre quiere tener un dios, creer en él,  vivir en torno a él, o simplemente usarlo.  Y nótese que no hablo de un dios que está metido, 'encajuelado' en un templo, sino de ese 'no sé qué' al que le atribuimos gustosamente todo cuando deseamos que exista. De hecho ese dios era libre, lo encerraron, volvieron a sacarlo y fue metido de nuevo en un escondrijo.
Incluso sin darnos cuenta, hemos creado uno distinto según necesitemos. Aún peor, renegamos de los dioses haciendo de ese 'motivo' un ente superior, sobre el cual todas las verdades se rigen: la verdad nuestra eterna batalla por la verdad.

La historia de los dioses

Los judíos destruyeron con la guerra a los dioses paganos de sus vecinos para instaurar a un dios que estaba colérico y ávido de sacrificios, que era él toda una regla severa que castiga. Lo metieron en un tabernáculo majestuoso para que no se fuera. Vino Cristo Jesús  y destituyó su deidad, lo sacó de la caja y lo hizo presente en el mundo: lo hizo libre. Cambió el dios judío por uno que es 'abba', que hace y quiere que el amor prime sobre el mundo. Los cristianos poco a poco acabaron con los dioses romanos y mostraron a un dios majestuoso, casi inalcanzable que quiere imponer su Ley en el mundo, también usaron la guerra para ello. Además le construyeron toda clase de bellezas para que él estuviera ahí, y ellos con él.

Llegaron los ilustrados y botaron al dios que no es comprensible, lo separaron del mundo real y pusieron en su lugar al intelecto del hombre. Las revoluciones negaron a dios, lo culparon del atraso del mundo, el hombre tenía que se el verdadero dios, porque podía crear y dominar a la naturaleza, y ahí lo colocaron.

Cuando nos dimos cuenta que el hombre era dios, quisimos hacer el mundo a nuestro antojo, y vimos que sólo eran dioses con poderes quienes tenían dinero y por ende poder; eso era injusto. Tratamos de quitar su riqueza a otros dioses poderosos y ellos de hacer más pobres a los dioses pequeñitos. Volvímos a matarnos. Hicimos y permitimos que el 'dinero y el poder' subieran al altar sagrado, ya que empezamos a creer que eran las claves de la felicidad.

Si el hombre era dios, -y lo notaron los dioses con poderes- podía además de crear, dominar a otros dioses pequeñitos; además tenían la razón, al fin era deidades. Había que imponer su verdad. Y llegó la añoranza más íntima de un dios, ser adorado, los dioses más fuertes eran los principales y necesitaban súbditos y había que matar para que nos adoraran.  Ya no todos tenían el derecho de ser dioses.

No hace mucho que nos bajamos un escalon para poner al dinero en el centro del altar. Se convirtió en nuestro dios omnipotente capaz de crear y destruir, quien define quienes somos: el que da o quita la vida. 
Muchos intentaron acabar con el dios cristiano, islámico y budista para ser completamente libres, ya que el nuevo dios no pedía ayunos, sacrificios o penitencias, siempre y cuando lo tuvieramos con nosotros.  Entonces empezamos a vivir para conseguirlo, nos volvimos a hacer esclavos de dios, sin darnos cuenta.  Pusimos todo en función del nuevo dios -de nuevo- todo cuando existe tiene un precio, y el mundo es un mercado enorme,  el lugar sagrado. Ahora todos vendemos y compramos. Hasta nos hemos aseguramos que dios no escape, almacenándolo, pues fuera de él nada existe. Ahora al ver que está cayendo en manos de muy pocos, nos asesinamos para quitar su porción de dios a otros. 

Sin embargo, somos libres ya no hay moral única, preceptos, premio o castigo, incluso una vida más allá de esta realidad.  Pero...

Este dios nos ha ido mostrando a otro, que es el verdadero: el placer. Por ahora lo conocemos poco, hemos visto que es capaz de satisfacernos. Y volvímos a entregarle nuestra libertad. El sexo lleva la ventaja, la comida, el lujo y el ocio le siguen, o quizá son parte de un todo que aún no entendemos -otra vez no podemos entender a dios-.

Siempre ha habido herejes, y ahora hay quien sigue creyendo que dios es la ciencia o el conocimiento. Incluso hay quienes aún piensan  que dios es el Padre de Jesús, Alá o el Uno de los budistas.  Decimos que ellos no saben nada ... atrasados.

Y así el género humano ha visto como nació dios, y como lo crucificaron, como hicieron de él un becerro de oro y como fundimos el oro y nos enjoyamos: hemos visto como nosotros los hombres, somos los dioses, y acabamos por hacer del dinero la fuente omnipotente, que nos ha revelado que el  placer es el dios del mundo.

¡Hasta otra!

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